Crónica del miércoles por la mañana

Por María Xavier Gutiérrez

Me levante entera de sueño, hice lo que debía hacer, después cumplí con mi tarea número uno del día: llevar a mi hija al bus escolar, es una actividad contra reloj, iba yo arrastrada por el sueño manejando entre cienes de carros. Regresé a casa a comer papaya en trozos, hoy le agregué piña, además tomé mi taza de leche simple, fría y sin lactosa. Seguía con sueño pero debía alistarme para mi tarea número dos, ir a yoga, no quería ir a mal-matarme pero me armé con un té verde que estaba más amargo que rico y me fui. La clase impuso como siempre nuevos retos, aprendí que de cada postura se pueden crear muchas más, las imaginé como ramas de un árbol, aprendí que mi cuerpo mejora sus achaques (1) cuando lo estiro, se me quitó el sueño, aprendí una nueva parada de cabezas, éramos muchas mujeres, buen ambiente. Cuando salí de allí era una persona renovada, no entiendo cómo podía tener sueño antes? Llegué a casa lista para mi tercer tarea del día, supervisar el traslado de una palmera grande, antes comí dos rebanadas de pan integral con quesillo (2), albahaca, aceite de oliva, un punto de sal y una infusión. El nuevo hogar de mi palmera será el patio trasero de mi casa, ella creció cómodamente por ocho años en un solo sitio, la nueva cancha de basket de mi hijo ha sido el motivo para su destierro. Se ve bella en su nuevo lugar. He recordado una idea que por algún lado recogí, cuando te asientas en una sitio empiezas a morir, espero que ella se renueve, creo que hoy al atardecer le pediré perdón, le sobaré sus hojas y entonaré tres Oooommmm a su lado.