Por María Xavier Gutiérrez
¿Quien es la persona que te acompañó en las navidades?
¿Creíste en Santa Klaus?
Mujer Urbana en pleno homenaje a la navidad, publicando un recuerdo cada día, hasta llegar a la fecha, aportados por amigos y amigas de este blog que se abren al mundo para contar esas vivencias interiores que marcaron sus historias.
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Víctor nos cuenta que….
«Las Navidades siempre fueron las únicas fechas Felices de mi infancia, tanto así que en cuanto pude deje de celebrarlas, gran parte de mis viajes los hacia de adulto, en estas fechas, en rumbos donde no se celebrara.
Mi familia siempre me regaló todos los caprichos que pedía y como venían de México y yo vivía en España, me daban juguetes por Santa Klaus y juguetes por Reyes, por lo que recibía el doble que los demás niños. Era la única fecha en la que compraban camarones, mi abuela hacía un pastel de pescado y cenábamos chuletitas de cordero, además de esos postres dulzones y empalagosos con los que pasábamos el día picoteando: turrones blandos y duros, almendras garrapiñadas, mazapanes. Continuaron con esa tradición de «tirar la casa por la ventana » hasta cuando se arruinaron y vivíamos el año con enormes carencias.
Era la única fecha en la que mis abuelos se daban un beso, aunque de mala gana, y le permitían a mi abuelo tomarse una copa de cava, porque había sido alcohólico. A lo largo y ancho de una mesa para diez personas nos sentábamos, además, mi tía Angeles y yo. Nunca estuvo mi padre ni su segunda familia, ni tampoco la familia de mi tío Fernando, por lo que mi abuela terminaba llorando.
Recuerdo un día 24 con mucha ternura. Mi tía quería dejarme los regalos al pie del árbol y me convenció de que había visto a Santa Klaus en la terraza. Vivíamos en una onceava planta desde la que se veía toda la zona norte de Madrid. Yo salí corriendo en pijama para verlo. El cielo estaba amarillo y humeante de los cohetes y fuegos artificiales y cuando lo escudriñé pude ver la cola de su trineo, en dirección a una nubes que terminaron absorviéndolo. Al entrar encontré varios paquetes de juguetes. El corazón me dio un vuelco al poder constatar, de primera mano, la existencia de ese gordo barbudo que sólo me regalaba a mi en mi vecindario porque era el único que creía en él.
Todo se desmoronó por asociación de ideas, cuando dos años después descubrí que los reyes eran los papas. En España se pone una carta con los deseos en uno de tus zapatos, junto a un vaso de leche y un plato de galletas, el año anterior me había quedado dormido, pero ese hice auténticos esfuerzos por tratar de ver, como había echo con Santa Klaus, a los tres reyes. No pude, pero me despertó un tremendo estruendo. Salté de la cama y me asomé al salón viendo a mi tía recogiendo los pedazos de un castillo desmontable que se había desmoronado accidentalmente una vez finalizado. Así supe que a lo largo de los años, había sido ella Santa Klaus y cada uno de los tres reyes de Oriente. Nunca se lo dije.
Pasó a un montón de palabras y de cosas que nunca las he dicho, como la gratitud enorme que la tengo por haber sido ella lo único bueno y auténtico de mi infancia, los esfuerzos que hizo por darme la mejor educación que pudo, prescindiendo de la suya propia, o que trabajara como lo hizo, malgastando su inteligencia y juventud, como cajera de una pastelería para mantener a lo que yo llamaba familia, cuando no incluso a la familia de mi padre. Nunca conseguí amarla, ni supe defenderla, ni hice jamás nada por ella, debiéndole tanto.
Así que las navidades están ligadas a una mujer, a una farsa, a la vida en la fantasía y al despertar de la realidad. Por eso, en cuanto pude, dejé de celebrarlas para vivir años sin nacimiento, un flujo continuo de estaciones, bombillas de colores y villancicos que no terminaba de comprender, abandonado al dulce olvido, salvo en escasos momentos como este, en los que recuerdo sin querer».
Gracias prima por siempre compartir, hasta hoy me tome el tiempo se leer y están todos lindos.
Besitos!
María Eugenia Lacayo
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