Ella y la oruga

Por María Xavier Gutiérrez

Como todas las mañanas ella salió a su terraza a tomar un café y fumarse un cigarrito. Allí pensaba en sus cosas pendientes, le daba vuelta a temas familiares y se quitaba la pereza. Mientras avanzaba su cigarro – a sabiendas que no era saludable – se sorprendió de encontrar lo que parecía un capullo que colgaba de la rama de una pequeña palmera sembrada en una maceta.  Era del color del café con leche, apretadito, tenía forma de cono, parecía una momia en miniatura. – Imagino que era un objeto más extraño y llamativo que bonito-.      

La mañana siguiente allí seguía el capullo y mientras ella comenzaba su rutina del café y el cigarro quedó observando la envoltura. Qué sorpresa se llevó al ver que la pequeña momia se abría poco a poco en su parte superior, cuenta ella que se abría como una flor o más bien como un calcetín enrollado hacia afuera, dice que era un evento mágico. Del capullo asomó una oruga de labios gruesos y rojizos con dos bigotitos de estilo clásico. Era blanco ostra con pintas café y sus ojos dos botones negros que se camuflaban en su piel, tenia un cuerpo rollizo, como un acordeón con múltiples aros. 

Qué impresión se llevó porque desde pequeña ella había adquirido fobia a los gusanos. Recordaba como si fue ayer a su papa persiguiéndola con un gusano rosquilla en la mano, luego estando en la universidad un compañero de clase la acorraló contra la pared amenazándola con otro gusano. Es que los miedos se infunden así, como una impresión que queda en el cuerpo y en la mente, lista para saltar irracionalmente ante el menor estímulo. 

 Pero esta vez ella se quedo curiosa viendo a la oruga en la palmera. La observó con asombro por muchos días, más de diez, como quince. Cuenta que el capullo colgaba de las ramas pero que también cambiaba de ramas, un día estaba más arriba que otro. Un día amaneció incluso a los pies de la maceta, sujeto en otras plantas. También cuenta que en las mañanas, cuando abría la envoltura para salir, sacaba medio cuerpo y comía lo que había alrededor, dice que cuando un vehículo pasaba haciendo estruendo la oruga se asustaba y se guardaba por unos minutos, sellando la abertura, después volvía a salir. Asombroso! Ella dice que la oruga también comía de noche, pero a esa hora recorría las ramas de la palmera jalando el capullo y dejando las marcas de sus mordiscos por todos lados.

Imagen

Una mañana la oruga ya no estaba más, ella la buscó entra las plantas y no la encontró. Quizá se hizo una mariposa color del café con leche y se fue a polinizar haciendo girar el ciclo de la vida. Pero ella quedó feliz, había disfrutado de esos instantes mágicos cada vez que su amiga la oruga salía a la luz, y me gusta pensar que por un balance de energías o del cosmos o de Dios, allí las dos se acompañaron, se respetaron, aprendieron a quererse y sobre todo hicieron las paces.  (Cuento de la vida real)  

6 comentarios sobre “Ella y la oruga

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  1. Por alguna razón incomprensible….tengo un torozón en la garganta!!!se me salen las lágrimas, tengo ganas de llorar pero…. aquí estoy frente la computadora de mi trabajo con trabajadores frente a mí y conteniendo el llanto …No sé que me pasa Mariux!!!! Muchas ganas de llorar. Ya se fueron! ufff…. ya las pude dejar salir. No entiendo amiga. Muy bonito.

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