El vecindario de Hércules

Hércules en el terreno que ya devoró.
Hércules en el terreno que ya devoró.

Por María Xavier Gutiérrez

Los vecindarios son -después del hogar-, uno de los espacios donde libramos las mas cruentas batallas por la sobrevivencia, en este tipo de interacción aprendemos el peso de la palabra de honor, el valor de la solidaridad, del progreso colectivo, aprendemos que mis derechos terminan donde comienzan los tuyos, practicamos el ceder para mantener la armonía y muchas veces aprendemos a perder.

En mi vecindad somos 7 casas, en cada una habita una familia con dones y defectos, también viven los hijos, los padres y animales. Es una calle a manera de callejón y es mas que perfecta porque los niños juegan con confianza. Todos son amigos y el espacio se les antoja como un parque privado.

Las mascotas también tienen buena vida y se desplazan a sus anchas. Por ejemplo, Samantha, nuestra perra Beagle entro a la casa de un vecino y se robo una bolsa de cereal, otro día un aguacate, otro día enlodo la cama de una vecina, a pesar de eso nadie nos ha reclamado. El conejo de una vecina suele comerse mis plantas y el perro Clifford acostumbra hacerse pu en mi parqueo. También viven de forma silvestre muchas iguanas que he decidido proteger y se pasean de rama en rama vertiendo sus intestinos sobre mi vehículo.

Un día de tantos llego Hércules, la nueva mascota de los niños que viven en la calle aledaña. Es un caballo no tan guapo pero que se ha convertido en la mascota de todos. A mi me parece fantástico contar con Hercules en el vecindario porque cuando los niños están con él no están en videojuegos y porque cuando mi hijo monta a Hércules se beneficia de muchas maneras: Le fortalece el autoestima porque le genera confianza en sí mismo al establecer respeto recíproco con un animal más grande y fuerte que él; también le genera relajamiento al realizar una actividad física al aire libre; le estimula  la concentración y le activa músculos del cuerpo; le fomenta respeto al planeta y me parece clave que la interacción con el animal profundiza la practica de la amistad, basada en una experiencia positiva de dar y recibir. Por otro lado, cuando estos niños entre 9 y 12 años se reúnen para jugar con un caballo, se están comunicando en un lenguaje lúdico que los prepara para ser personas felices.

Nunca he tenido un caballo y solamente he montado un par de veces, pero cuando yo era adolescente mi mama se encontró a un caballo cerca de nuestra casa. A ella se le ocurrió que el caballo estaba abandonado y que nos quedaríamos con él, entonces lo metió a la casa por la sala y lo llevó hasta el pequeño patio. Pronto supimos que era locura, ademas apareció el dueño para llevárselo. Recuerdo que me maravillé de ver al caballo en la sala de mi casa rompiendo nuestros esquemas urbanos, era surrealista, fue muy divertido y es un gran recuerdo en mi memoria.

Volviendo a Hercules, sucede que se comió el zacate del lote donde esta alojado, es que los caballos comen todo el día. Hércules se comió 800 metros cuadrados de zacate en dos semanas. Dada las circunstancias, di entrada a nuestra calle a la mascota para que comiera el zacate al lado de mi casa, pensé que él se alimentaría y que también ayudaría a reducir la maleza, sería cosa de 4 días. Pero Hércules imprudente amaneció comiéndose la grama de una vecina y se armo un lío que acabo con su expulsión.

Sentí que era injusto castigar al caballo solo por querer comer algo de mejor calidad, césped es solo césped! Pero el castigo también era para los niños, porque la mascota se quedó sin alimento accesible y ahora deben llevarlo más lejos y tampoco puede entrar a nuestra calle «porque la ensucia». Considero que a los niños se les impuso un límite lleno soberbia y se les enseñó que las cosas importantes no tienen valor. No se ¿de qué me sorprendo? así son los códigos en la sociedad y como dije al inicio, en los vecindarios libramos cruentas batallas y esta la perdimos.

Pasados los días, Samantha que ya tiene mas de cinco años se orinó por doceava ocasión dentro de la casa. Me enojé y amenacé con regalarla. Esa noche mi hijo no me dirigió la palabra y la tensión en casa era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo. ¿Estaba actuando yo igual que mis vecinos? ¿En qué momento una alfombra mojada tiene mas valor que las tardes de mis hijos jugando con su perra? ¿En qué momento las personas transferimos valor a las cosas materiales y devaluamos lo que realmente importa en la vida?

Sin embargo, en el balance de batallas perdidas y ganadas, confieso que dentro de mi casa ganaron mis hijos, y en relación a Hércules, el espíritu desobediente de los niños hace que de vez en cuando vea yo desde mi ventana a un caballo comiendo.

7 comentarios sobre “El vecindario de Hércules

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    1. Buena experiencia, me solidariso con los niños, con Hércules y con Samantha, que los vecinos compren heno para Hércules ja…ja…me gusto esta historia de la vida real y reciente…. TIENES TODA LA RAZON… MUCHAS VECES LAS COSA MATERIALES OCUPAN UN BUEN LUGAR EN NUESTRAS VIDAS Y NO DEBERIA SER ASI….TU LO SABES…..SALUDOS HELMUT M LACAYO R.

  1. Yo también, sobrina, desearía que Hércules continúe pastiando cerca de los niños, el haber sido expulsado crea un des-balance a los niños

  2. me fasinó. Me duele el futuro de Hercules. Corre sin piedad a la Samantha, es maña. A tu vecina, sacale la lengua y ponele un caballo de cabulla enfrente de su casa. A los niños deciles que recolecten a todos los horeses abandonados y hagan en el guturo una campaña para su proteccion. Estoy segura que la gente los escuchará y la vecina callará…
    besos, te felicito.
    NAdine

  3. La vida en vecindad es una maravilla. Cuando el perrito de mis vecinos, Hannibal, estaba recién llegado, era bien chiquito y se metía por debajo del seto que separa nuestras casas.

    Me acuerdo una día, muy a las 6 de la mañana, medio ciega de dormida, que me levanté, sentí la sensación de estar siendo observada. Vi al patio, y ahi estaba Hannibal, sin moverse y viéndome fijamente como listo para pegar la carrera. Yo me morí de la risa. Y saqué a Zeus, el perro de nosotros, para que jugaran un ratito. Al rato me fui a regresar al perrito. Esto lo hizo unas cuantas veces, y cuando los vecinos se daban cuenta se venían corriendo para acá, medio preocupados, pero a mí siempre me pareció cómico el asunto.

    El Zeus nuestro, de jovencito, se escapó unas cuantas veces, es un golden retriever blanco, así que no se pierde. Recibí llamadas telefónicas, y hasta a veces me lo venían a dejar a la casa. Yo me moría de la pena, pero igual los otros nada más se reían.

    El colmo es que, como tenemos un laguito como una cuadra de la casa, a veces tengo hasta patos paséandose felices en el patio.

    1. Ah, se me olvidó comentarte que he oído que la relación con los caballos es hasta terapéutica. Tengo entendido que a los niños autistas o con algún desbalance químico les mandan terapia con los caballos 🙂

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