Fobias

Por María Xavier Gutiérrez

Hay cosas que en definitiva me desagradan, como hallar pelos en un lavamos, andar descalza o recostarme en mis sabanas con la ropa de la calle, no me gustan los taxis, hospitales ni las cerraduras públicas. Intento no posar mis codos en las ventanillas de los bancos y antes me los lavaba antes de dormir. Verán que estoy llena de «temas», aunque siendo honesta, he superado algunos de ellos.

Alguien me dijo hace mucho tiempo que cómo era posible que le tuviera asco a las cosas del mundo? Me hizo reflexionar pero no me ayudó a mejorar. Sin duda un siquiatra diría que tengo un trastorno obsesivo compulsivo con pintas de fobias quizá.

En medio de mis temas aparecen algunos singulares: fobia a las cucarachas y a los dentistas. Con las cucarachas tengo una relación magnética porque he experimentado que esa fobia me confronta, en un salón lleno de personas –literalmente- las cucarachas me buscan a mí, volando o caminando. Se acercan a mí sin recato, tan así que he adquirido la agudeza visual para reconocer a la distancia su desplazamiento.

Con los dentistas mi fobia es peor porque cuando me duele un diente tengo que ir a la su silla sin poder escapar. Me angustio tanto que se empeora el malestar y lo que podría ser una simple calzadura termina en endodoncia! Desde hace años acostumbro a sedarme por completo de forma que no recuerdo nada del procedimiento, pero me sale bien caro, eso sí.

Antes tuve fobia a los gusanos, la que heredé de mi madre. Esa fobia me atacó duro en mi escuela secundaria porque sobraba quien quisiera torturarme. Una mañana, una amiga me aplastó en la mano una “babosa” y otro día, otra amiga puso en mi pantalón un gusano peludo de muchos colores para que subiera por mi bluejeans. En ambos casos reaccioné con mucho nervio, grité, mi ritmo cardíaco se aceleró y mis manos sudaron helado.

Obviamente, a través de las fobias yo expreso miedo, pero por otro lado he descubierto que de alguna manera síquica se crea una conexión entre yo y el objeto de mis fobias. Por ejemplo, cuando estoy bajo stress las cucarachas aparecen ante mí, llegan a la puerta de mi habitación, a la gaveta de mi lavamanos, se meten en mi secadora de pelo, caminan en los juguetes de mis hijos, aterrizan en mi cabeza o me caminan en la mano al abrir una puerta. El colmo es que una cucaracha “mandinga”, ya aplastada saltó hasta el ruedo de mi pantalón, se imaginan mi estado de shock!

También las fobias reflejan sentimientos negativos mixtos que llevamos dentro, quizá complejos, frustraciones, resentimientos, no lo se! Al respecto una amiga me aconsejó que debo aprender a aceptar las cucarachas, que no debo matarlas, que las deje vivir, lo que me cuesta mucho. Quizá de esa forma aprenda a aceptar situaciones de la vida que yo no puedo cambiar. Dicen que la aceptación da paz interior.

Sin duda debo sacudirme las fobias, no es sano sentir tanto asco, ni palpitaciones al ver un insecto. Por suerte, hace años me liberé del temor a los gusanos, de forma natural fui perdiendo el miedo a esos aguados invertebrados, hoy en día no los toco pero tampoco me angustian. La cucaracha me ha costado mucho más aunque reconozco que ya soy capaz de aplastarla con mi zapato. Con los dentistas… Confieso que me gustaría hacer lo mismo, el problema es que fuera del consultorio me caen súper bien!