Por María Xavier Gutiérrez Lacayo / Septiembre 4, 2020
Tuve estos días una de las experiencias más humanas posibles, enfrentar el rechazo de un grupo. Nadie es monedita de oro -y tal cual-. Talvez te estas imaginando que me corrieron de una casa, que me dijeron que me detestaban, que me agarraron a golpes pero no, nada de eso sucedió. Todo lo contrario, se suponía que todo estaba bien.
En el ejercicio de trabajo que nos competía como grupo empezaron a surgir ciertas reacciones a mis propuestas creativas y pues ahí camuflado de lenguaje técnico: venía el rechazo y la desaprobación. Todo empezaba con un elogio seguido de frases que contenían palabras muy fuertes. No siempre fue así, esta situación escaló recientemente.
En este colectivo éramos más de diez personas, la mayoría aficionados al arte en su libre expresión, todos presentan ilustraciones, trabajos audiovisuales, esculturas o instalaciones, el ejercicio consiste en hacer crítica constructiva a las propuestas según algunos parámetros, lo extraño es que solo a mí me dirigían esas palabras fuertes o cuestionaban elementos relacionados incluso a mi hábitat. Primero pensé, «está bien… hay que forjar la tolerancia a la crítica», pero cuando escuché la palabra «me irrita lo que haces», entendí que definitivamente había un rechazo absoluto a lo que yo represento.
Me sentí herida porque para mí era verdaderamente importante empujar mi creatividad y pertenecer a ese colectivo, sin embargo estuve clara que es más importante cuidar mi salud emocional. No me había integrado a arte para ser receptora de las emociones negativas de otras personas. Mi alma no es una esponja absorbente de negatividad. Me integré a arte para aprender, para retar mi mente, para proponer y para divertirme en el proceso. Sin duda aprendí mucho y estoy agradecida de la experiencia, también conocí gente linda con quienes podría tomar muchos cafés muchas tardes, pero también aprendí de primera mano el significado del rechazo.
Sin embargo, además de herida también me sentí muy bien desde que renuncié, como si mi intuición sabía antes que mi razón que eso es lo que yo debía hacer. Me sentí libre.
Al día siguiente del conflicto me levanté aturdida, el rechazo grande o pequeño impacta en el cuerpo, -por eso es tan duro sentirnos ignorados-. Entonces me dejé llevar por la naturaleza de mi cuerpo, le di descanso, me deje mimar por palabras de solidaridad de algunos compañeros y compañeras del grupo, hice yoga al atardecer y medité un poco. Antes de dormirme, me antojé de continuar una lectura del libro «Mujeres que Corren con Lobos» de Clarissa Pinkola Estés, -y acá viene la magia-, quiero pensar que ella me habló directamente a mí y me reconfortó tanto con sus palabras:

«Si has intentado encajar e algún molde y no lo has conseguido, probablemente has tenido suerte. Es posible que seas una exiliada, pero has protegido tu alma. Cuando alguien intenta repetidamente encajar y no lo consigue se produce un extraño fenómeno. Cuando la proscrita es rechazada, cae en los brazos de su verdadero pariente síquico, que puede ser una materia de estudio, una forma artística o un grupo de personas. Es peor permanecer en el lugar que no nos corresponde en absoluto que andar perdidas durante algún tiempo, buscando el parentesco psíquico y espiritual que necesitamos. Jamás es un error buscar lo que una necesita. Jamás». /Clarissa Pinkola Estes (1)
Existe otra reflexión posible partiendo de una experiencia de rechazo, que es verdaderamente importante pero lo desarrollaré en otro escrito, es el ¿por qué se da el rechazo hacia otros? ¿quiénes son rechazados? ¿quiénes rechazan?
Conversando con una persona muy sabia que estudia y enseña la Comunicación No Violenta (CNV) me hizo comprender que esto muchas veces cruza por revisar nuestros privilegios en la vida, como una forma de situarnos por encima o por debajo de otras personas, por encima o por debajo de emociones, de experiencias. No soy experta en el tema, me aproximare con respeto y timidez, pero con el ánimo de que mis lectores y yo misma aprendamos a cuidar lo que decimos, como lo decimos y cuando, a fin de ejercitar la empatía en nuestro amigo, vecina, colaborador, con ese desconocido representado como un señor gruñón en el supermercado o como la jefa de la oficina, y en tantos mas que cada día someten a prueba de fuego nuestra vulnerabilidad como seres humanos.
Cada día nos cruzamos con decenas de personas, algunos cara a cara, otros en las redes sociales, somos sumamente distintos unos de otros, venimos de distintas historias, vamos a distintos lados, sin embargo, la mayoría queremos incidir para bien, con nuestras herramientas, algunas más efectivas que otras o más elocuentes que otras, o con lenguajes más sofisticados que otros, pero ahí estamos. Si tan solo intentáramos ver a la persona que va dentro de ese vestido, dentro de ese cabello, detrás de esos anteojos, si pudiésemos ver lo vulnerable que somos y como nuestras palabras moldean como si fuese una escultura nuestra relación con esos otros, si pudiésemos absorber lo importante del sonido que emitimos o escribimos, creo que hablaríamos de forma constructiva, con menos ira y menos prejuicios.
Gracias.
Notas
(1) Libro Mujeres que Corren con Lobos / Clarissa Pinkola Estés PP.160 versión impresa / análisis del cuento del Patito Feo
(2) Ilustraciones por María Xavier Gutiérrez /Mujer Urbana
Que seres humanos pueden rechazar a una persona tan única y auténtica como usted???? Realmente la humanidad se esta volviendo loca, por eso no tenemos un mundo mejor!!!
Gracias vecina, pero me siento contenta!!