
Por María Xavier Gutiérrez
Cuando voy a otros países lo que más disfruto es caminar en las calles, sobre todo en las zonas con más historia, entre más viejas mejor, entre más autóctonas mejor. Cuando fui a Barcelona bajé al menos 6 libras a punta de caminar y tomar fotos mientras me preguntaba cuál será el efecto sicológico de una población que crece en una ciudad que preserva la historia y luce espacios que reúnen lo mundano y moderno con lo clásico e histórico. Me lo pregunto porque yo vivo en Managua, Nicaragua y quienes han estado acá saben que mi ciudad es… simplemente diferente.
Vivir en Managua requiere ganas! Es una ciudad desaliñada, sucia, caótica, sin aceras, caliente, ruidosa, tiene calles con hoyos, inundadas de agua en invierno; hay caramancheles que venden enchiladas y frito con triquina; el Mercado Oriental creció como molusco y se tragó la estación de policía; está llena de árboles de navidad todo el año; saturada de publicidad, vemos desde grande vallas anunciando el amor al pueblo que profesa el presidente hasta diez mantas juntas anunciando cualquier cosa, por ejemplo: “Te pido perdón Ramón” o, “Para mamá descuentos por la compra de filtros de piscina”. Acá los cables eléctricos parecen telas de araña sobre nuestras cabezas y venden queso y muebles al costado de las carreteras principales.
Todo cabe en Managua! Sobre todo el mal gusto, pero aquí vivo y me considero una conversa, he pasado de sentirme atrapada en ella a sentirme en simbiosis con ella. Quiero ver el lado amable de mi ciudad porque es más fácil llevar la vida estando conforme y porque en realidad sí tiene aspectos bonitos a pesar del absurdo.
Uno de los aspectos es su historia, me gusta recordar que Managua no siempre fue tan desaliñada, tuvo una época dorada que se hizo polvo porque la tierra la sacudió dos veces (1931 y 1972), y porque luego le pasó encima la Guerrilla y la Guardia Nacional (1979). Esto me provoca abrazar con amor a mi Managua para darle mi solidaridad, al mismo tiempo me pregunto ¿Cuál es el efecto sicológico en una población que ha perdido sus referentes arquitectónicos, sus direcciones, sus antros preferidos, sus casas?

De esa época dorada sobresale en mi cabeza la calle Roosevelt porque aunque nunca la caminé es para mí un mito o más bien un ícono imaginario que hasta ahora puedo dar forma gracias a que en días pasados se celebró un ciclo de ponencias y documentales llamado Managua en la Memoria. Asistí a la clausura y recogí innumerables anécdotas de aquella vida en esa ciudad que me recuerda la película Lo Que El Viento Se Llevó.
La vida se llevaba mucho a pié, era una ciudad peatonal, había cines en los barrios de la ciudad, esos eran los sitio del encuentro y de la distracción familiar. Cuentan que en el Cine Tropical había palco para 25 personas, era más caro que la luneta pero cuando llovía los de luneta invadían a los del palco. Además, los de luneta hacia pi allí mismo y alertaban a los de adelante para que levantaran los pies. Los cines también eran escenarios para espectáculos, cuentan que Marco Antonio Muñís cantó en el Tropical..
Sobresalían las cadenas de cines Margot y Gonzales, ambos se quemaron y hubo muertos. Más tarde abrieron el Trébol, el Blanco, el Altagracia, el Nicarao, el Salazar donde cantó Agustín Lara. Había muchos más cines pero con la Revolución murió el ímpetu y la importancia que tenían en la vida de la comunidad. Hoy en día las antiguas salas de cines son templos evangélicos y los nuevos cines se levantaron en los centros comerciales.
Cuentan que para 1952 se inauguró el primer campo de fútbol iluminado, estaba en el Malecón de Managua, cerquita abrieron el redondel de boxeo de manera que esa zona se llenaba de gente los domingos, caminaban, romanceaban o se sentaban a pasar el día, pero en 1956 subió el lago y se tragó el malecón.

Dicen que las calles de Managua eran como cajoncitos ordenados, los puntos de referencia eran los colegios Gollena y Bautista, el Lago, el Parque Central, la calle 15 de Septiembre, la Momotombo, la Bolivar, la Roosevelt. Cuentan que los barrio eran como pequeños pueblos, en cada uno había parque, glorieta, comiderías, también abundaban los billares. La vida capitalina incluía áreas chic como el Hotel Balmoral con piscina en la azotea, estaba el Club de Managua, el Club Plaza, el Gran Hotel donde los sábados había tertulias. La vida de parranda era en el Munich, el Tastefree, el 113, el Colonial, había salones cerveceros como el Jardín Central, las discotecas eran La Tortuga Morada, el Sapo Triste, Go Go, La Capucha.
Cuenta el Sr. Roberto Sánchez que él venía desde Masatepe a subir la escalera eléctrica del Almacén Cardenal, también contó que para 1954 conoció el primer cine con aire acondicionado y cuando le preguntaron en su pueblo ¿cómo funcionaba eso? El inventó que usaban grandes marquetas de hielo.

Para esa época las direcciones eran como en otros países, 4ta Ave. N.E y 1ra calle N.E. Esa Managua suena como una ciudad con rincones propios, con chispas de modernidad, con glamur, una ciudad que unía a las personas en sus calles.
Sin embargo, cuando yo estudiaba comunicación social hicimos un trabajo en grupo sobre la vieja Managua para el cual entrevistamos al arquitecto Nelson Brown y nos contó que esa Managua también era caliente, aglomerada y desordenada, que las construcciones eran de techos bajos y las casas pegadas. Nos contó que la noche del 22 de diciembre del 72 conversaba con sus amigos sobre los inconvenientes de la ciudad y se le ocurrió decir que era necesario tirar a Managua abajo para volverla a construir. Horas más tarde eso fue lo que sucedió, el terremoto del 23 de diciembre la derrumbó y la incendió.La segunda premonición del arquitecto Brown no sucedió, que fue la reconstrucción ordenada y lógica de la ciudad. Esta se levantó lejos del antiguo centro y a manera de islas desconectadas. El viejo centro quedó literalmente a espaldas de lo nuevo, como queriendo enterrar la vida que una vez hubo allí. En contraste con el pasado las direcciones de hoy son ridículas “de los semáforos de Rubenia 2 cuadras al lago”, “de donde fue el arbolito 4 cuadras al sur”, “de la ITR… Del edificio Armando Guido…, Del nuevo Km 12.5 Carretera Sur…. De donde fue la Pepsi… yo necesito una brújula para ubicarme en mi ciudad ya que el norte lo tengo al sur y el este al oeste.

Actualmente, a pesar del absurdo de mi capital yo encuentro espacios y momentos que me gustan, por ejemplo la disfruto después de la lluvia porque opaca al sol inclemente y se filtra la luz en tonos rojos y azules hermosos, me gustan las iguanas de mi patio, me gusta Colonial Los Robles, donde crecí, me gusta que Managua es impredecible e informal, donde nos vestimos de jeans aunque nos convendría usar shorts. Me gusta que combina lo rural con lo urbano y eso por instantes me relaja. En especial me deleita la vista del Momotombo y el Momotombito entrando a Managua por Carretera Masaya, juntos hacen una hermosa escala de grises que me antoja pintar en oleo. Me dijo una amiga que hay una vista parecida bajando por Carretera Sur, viendo hacia la Península de Chiltepe. También es linda la vita en la calle Suburbana, viendo hacia el lago.
Me gusta que en Managua es fácil dar vuelta en U, conseguir parqueo y que casi siempre encuentro a alguien con quien hablar en una fila porque mi gente es cálida y dispuesta ¡Eso es lo mejor! Me gusta que mis hijos conocen las calles donde yo crecí y las aulas de clase donde estudié. Me gusta que mi pasado urbanístico conserva su lugar.
Managua simplemente es Managua, vive, crece, es loca y cosmopolita, amplia y amistosa, despeinada y campechana. Es una tierra donde nosotros somos su historia.
Glosario:
1. Caramancheles: construcciones improvisadas de tablas viejas o plásticos que se ubican en las calles para vender
2. Enchiladas: comida popular hecha de harina con arroz y carne, frita en aceite
3. Frito: trocitos de carne de cerdo frito
4. Triquina: parásito que se transmite por la carne del cerdo
5. Mantas: telas cortadas en forma de rectángulo que se amarran a árboles o postes de luz y hacen publicidad, son muy económicas y populares
6. Simbiosis: dos organismos diferentes que aprenden a compartir un mismo espacio
Genial sobrina, una narrativa espectacular, debemos encontrarle sabor a esta Managua golpeada, te felicito.
He viajado un poco pero no tanto. He apreciado lo poco de tanto. Y sólo te puedo decir que la verdadera Managua tiene su encanto. Cuando en los tickets veo «Mga» jaja rima mi tranquilidad!
asi es Carlos. cuando yo vengo de regreso a mi país y veo en los aeropuertos que dice Managua me inunda la ternura y la sensación de estar en casa
GEnial Mari. Gracias!
María Xavier, vos sabés que el diseño de la carretera Masaya – Managua (trazada casi en línea recta) es obra de don Ernesto Álvarez? Es el papá de Miguel Álvarez… A mi me encanta también esta vista. Abrazos!
Hola Makarov! que interesante saber eso. Cuando vea a Miguel seguramente haré que me cuente sobre eso!
Bellísimo como siempre tu narrativa, me encantó. Despierta un aire de cariño y ternura por Managua que ha sido terremoteada y abandonada; bombardeada y olvidada. Quiero acurrucarla, necesitamos más que la quieran y la respeten. Comienzo hacer conciente del porque es lo que es.
En los 80s también pedaleamos bastante las calles, te acordás? Como no había nadie, ni nada que robar era bastante segura. Hasta al raid andábamos. A mi me ha costado un tiempito quitarme la paranoia diaria ahora de peatona. La disfruto, aunque a veces prefiero el carrito (brrrrr!) 😉