Fotografía uno: Mujer que da

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Por María Xavier Gutiérrez

La quiero mucho yo a ella, porque cuida a mis niños y nos cocina divino, siempre está sonriendo y me ha dicho feliz cumpleaños como en poesía, me bendice y desea que la dicha me dure por años; para hablar se entona como soprano y a veces me hace brincar; es sana y tan honesta como una niña; ella tiene el alma pura, su aura creo poder ver.

Tiene 32 años y hace un año y medio madre quiso ser. El padre del niño le compró los biberones y se esfumó. No se si ella lo resintió, nunca triste la vi.

Su panza creció hasta que se abrió y un lindo varoncito se asomó. Contenta de ser madre lo arrulló los meses que su licencia le permitió pero resignada y melancólica al trabajo en mi casa volvió.

Es del campo ella, a veces nos trae «cuajada» de su casa en una comarca de León. Mucha suerte tiene de contar con su pa y su ma, pero esa cabeza suya ha tomado una mala decisión. Es que a su pequeño varón con gente extraña lo dio a cuidar para poder ella trabajar. Su madre le ha dicho que tiene mucho que hacer y que le cuidará al niño hasta después.

No se si por cultura o por necesidad ella lo ve como algo natural, que una familia en Managua a su niño quiera criar. Dice ella que al año se los va a quitar y que a su madre lo llevará. Cierto es que ella no puede dejar de trabajar en la capital, pero cierto es también que su hijo expuesto al riesgo está.

¿Cómo puede esto suceder? Me pregunto yo, si a mis hijos no los entrego ni por una hora quien sabe con quien. ¿Cómo puede desprenderse así no mas?  Si un niño no es un cajón de cosas que se da a guardar. ¿Cómo puede esto suceder? Si tan esmerada con mis hijos ella es.

Dedique tiempo a conversar con ella sobre los riesgos que su hijo corre allí, estime razones que le hicieran entender y hasta le propuse soluciones. Su respuesta fue que no tiene otra opción, que ella confía en la familia que cuida a su bebe. Esa es la vida de ella, más allá yo no puedo llegar.

Reflexión:

Las mujeres que trabajan como domésticas se la ven muy difícil. Van a su casa cada quince días o una vez al mes, dejan sus comunidades, dejan sus vidas para ganar un salario sirviendo a otros. Hay días que ellas andan de malas pulgas, imagino que a veces no quieren vernos la cara, ni hacer desayuno, no quieren llevar a los niños a otra bochornosa fiesta de cumpleaños, a veces ellas quieren tomarse la tarde y dormir, otros días trabajan pensando que en sus casas hay problemas que resolver, hay días que trabajan con dolor de cabeza, con gastritis, con dolor de vientre. Algunas duermen en cuartos del tamaño de cajas de zapatos, sin ventilación, algunas trabajan sin horarios, como esclavas, algunas reciben malos tratos y hasta las abusan sus patrones.

Muchas de ellas son humanos íntegros, de gran sabiduría, de gran lealtad, otras cometen grandes errores, igual que nosotros. Pero este día, expreso mi estima y admiración por cada una de las mujeres que ha dedicado parte de sus vidas a mi familia, a cuidar de mi, a las que se esmeran en hacer la sopa que tanto me gusta, a las que han aguantado mis días malos, y a las que no me han aguantado también. Gracias a cada una, las estimo y las admiro por ser tan valientes y hacerle frente a la vida con las uñas y con las entrañas.

Glosario:

Cuajada: queso típico nicaraguense

Comarca: pequeña comunidad

4 comentarios sobre “Fotografía uno: Mujer que da

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  1. Me sacastes las lagrimas 😦 . Que lindo tu Blog ! me encanto y me alegra saber que en Nic hay personas como vos y tu familia que aprecian a estas mujeres que nos sirven. Porque las veces que he estado en Nicaragua he sido invitada a casas de varias amistades que tienen 2 o 3 muchachas trabajando y si que les sacan el jugo y las tratan sin mucha dignidad. Creo que aunque ellas tengan ese trabajo humilde lo que aportan a nuestra familia es muy grande. Ya que yo que vivo en U.S no me puedo dar el lujo de tener alguien 24 horas al día ayudándome . Por lo que consecuentemente me toca a mi hacer el trabajo de ellas pero en mi propia casa. Que como mujer y madre de alguna manera me da satisfacion por que lo hago por mis seres queridos. Ellas dejan a su familia para servir a otra. Ellas se merecen todo el respeto, amor y dignidad de nosotros. Felicidades por reconocer el valor que ellas tienen en tu vida. Y como dijisteis no todas son iguales pero uno es el que tiene que hacer la diferencia en la manera de tratar a estas mujeres. ( gracias por este blog, practico mi español escrito, así es que disculpare por mis run on sentences o errores ortográficos. abrazos

    1. POR EL DÍA INTERNACIONAL DE LA ESCLAVA, PERDÓN, QUISE DECIR “MUJER”

      Muy buena tu narrativa Maria Xavier, tanto por su estilo literario como el el tema y tus reflexiones. Vos me pones en bandeja la excusa para escribir aunque sea rápido sobre este tema, lo cual es un honor para mí hacerlo en tu blog que me encanta.

      Así le llamo yo a este día, el DIA INTERNACIONAL DE LA ESCLAVA. Para ser menos exagerada debería llamarlo, el dia internacional de un tipo de esclavitud masiva en la mujeres. Lo pienso así, porque mientras el 90% de las mujeres no se liberen de la doble y hasta la triple jornada laboral, seguirán en condiciones de esclavitud. Yo me siento una mujer autónoma, clase media y profesional, y aunque no estoy exactamente en ese 90% , me siento todavia semi-esclava aunque de una sola jornada laboral, pero en una época, mas joven tuve esas tres jornadas: Las panzas y el cuido de los hijos, las tareas de mi casa y el trabajo, y si te contara esto de mi trabajo cuando era madre mas joven, a pesar de estar acompañada en esos tiempos. Ahora, como abuela estoy consciente que potencialemente podría otra vez, dependerá si pueda sostener o no a mi empleada domestcia, tener otra vez dos jornadas laborales: mi trabajo y cuidar a mis nietos.

      Según la real academia española esclavitud significa “ la situación y condición social en la que se encuentra una persona que carece de libertad y derechos por estar sometida de manera absoluta a la voluntad y el dominio de otra persona o de otro factor”. Hay dos definiciones más: “Esclavitud: Régimen social y económico basado en el uso de esclavos como mano de obra” ó “Falta de libertad provocada por el sometimiento a la voluntad de una persona, a una forma de vida opresiva o a un vicio”.

      No hace mucho entrevisté a más de 18 mujeres con una colega y confirmé, que efectivamente, las historia es la misma en todas y que las empleadas domésticas, como vos decís se las ven muy mal. Pero si tomamos la vida de la mujeres rurales, que es de donde provienen la mayoría de las empleadas domésticas, éstas se las ven peor y ahora te explico por qué.

      Pero también las mujeres urbanas, de la zona franca o de cualquier otro tipo de fábrica se la pasan de esclavas. Madres solteras o no solteras, estas mujeres se levantan antes de las cuatro de la mañana a dejar lista la comida de sus hijos y prepararlos a la escuela, Y después de una jornada laboral de 12 a 14 horas, jornada laboral abusiva, indigna, y a veces cruel, regresan a sus casa a seguir trabajando: dar de cenar a los hijos, prepararles el uniforme si van a la escuela, quebrarse la cabeza para ver con quien dejan a los mas chiquitos, muchas veces a lavar y planchar de noche, etc.

      Igual sucede con las profesionales que trabajamos o que no trabajamos y si no tenemos empleada domestica (porque aquí no hay guarderías infantiles de confiar, ni un sistema de protección de la niñez digno de confianza) es peor. Las abuelas que trabajan todavía o que no trabajan, también siguen de esclavas, sea porque viven hundidas en el tedioso y nada creativo trabajo doméstico que genera depresión, soledad y atrofia del espíritu por el encierro en la casa.

      Somos esclavas todas o la mayoría, si examinamos todos los ángulos y los estilos de vida. Se escapan algunas ciertamente, aquellas que han lograda autonomía económica y libertad espiritual, intelectual y desarrollado de su creatividad mediante el ocio, el arte y la diversión, que son condiciones necesarias para crecer y potenciar las capacidades creativas que todas tenemos.

      Para esto que te digo no necesitamos leer “el Segundo Sexo de Simone de Beauvoir” o sacar una maestría en estudios de género. No es que desprecie la teoría feminista, por el contrario, creo que gracias a ésta las mujeres hemos logrado muchas conquistas en todos sus oleajes, que por cierto siempre vienen tarde a estos países y muchas veces divorciadas de las crudas realidades a falta de esa capacidad de incluir este «fenómemo» de la pobreza y su relación con el trabajo y la justicia de género (derecho a la equidad) que afectan estas realidades crudas de nuestras repúblicas bananeras.

      UN PARÉNTESIS: DOÑA CHICHI mi empleada doméstica

      Basta andar por los montes y barriadas de Nicaragua y hablar con las mujeres de distintos ambientes para comprender esto que llamo esclavitud. Incluso basta hablar con mi propia empleada doméstica, por que ella es un espejo de las demás. Por cierto que doña Chichi, (aquí hago un paréntesis que después abriré) mi empleada doméstica, es un poco sofisticada a sus 52 años. Ella lee a Proust o a Stig Larsson y libremente escoge en mi biblioteca el libro que desea leer y muchas veces los acaba mas rápido que yo, porque a mí, siempre, se me escasea el tiempo por razones de mi trabajo. Doña Chichi, como cariñosa-mente le llamo, todos los días sin ninguna ceremonia hace siesta de las 1: 30 a las 3 pm y me deja sin cenar si llego después de las 7 pm porque ella se acuesta a escuchar su música desde y ha leer sus libros a las 7:30 en punto y nadie la mueve de su cama después de esa hora. Doña Chichi, todo el día habla sin ninguna inhibición por teléfono con sus dos hijas. También se queja conmigo de su menospausia, de los calores que siente, de la falta de hombre que tiene aunque dice que «no sirven para nada». Y cuando se despierta afligida a media noche por problemas hormonales según ella me dice, me despierta a mi también con desparpajo para pedirme una “tabcin pm” y volverse a dormir hasta las 6 am.

      Doña Crichi nunca va al cine, nunca va a misa porque no cree en Dios y menos en el Vaticano con eso de los cinco mil pederastas que son curas y según la Naciones Unidas han cometido 280, 000 violaciones a niños, y ese es solo el dato de los que llevan registrados o mejor dicho, de los que tienen con expedientes.
      Doña Crochi nunca ve los periódicos, solo la CNN cuando yo la saco de su TV diminuta para que vea como anda el mundo, pero sí ve el canal 6 en su mesa de la cocina a la hora en que desayuna, a la hora en que almuerza y a la hora en que cena. Ve ese canal porque es el más sangriento y dice que lo hace “por si acaso encuentra algún familiar entre los accidentados que anuncian todos los días”. Eso es lo que me explica cuando le digo que ver tanta sangre es malo para la mente y que es por eso que a veces no puede dormir.

      Doña Crichi tampoco va ha bailar la Sonora Matancera a la Casa del Obrero los domingos. Ella se va a su casa a cuidar a sus dos nietos y una parte grande de su salario se le va en celular y el resto para su mamá que todavía está viva. Para ella, no se deja ni para un chicle siquiera. Doña Crichi, anda sin uniforme de empleada por que no le gusta, apenas se pone un delantal para no ensuciar sus camisetas desmangadas y no le conozco otro atuendo que no sean sus shores flojos hasta la rodilla. Solo los sábados, cuando se va el fin de semana a su casa, la veo con sus elegantes y coloridos pantalones también flojos tipo pescador, además de sus tenis chick. ,

      Ahora, abro paréntesis para contarte que doña Chichi es de León, estudió toda la primaria y parte de la secundaria. No se bachilleró porque se fue a alfabetizar en la época de la Revolución. Tuvo dos hijas de un hombre que la abandonó temprano y no se casó jamás porque quedó convencida “que los hombres no sirven para nada”. Ahora tiene 25 años aproximadamente de ser doméstica. Con eso, dice con cierto orgullo y lo mismo dicen miles de mujeres, ha sacado adelante a sus dos hijas de 20 y 23 años ahora que ya trabajan y cada una ya cuenta con un hijo y están las dos recién abandonadas por sus compañeros , sumándose al ejército de madres solteras y que trabajan como esclavas de estos “tiempos modernos” diría Chapiln. Los niños de sus hijas, o sea los nietos de doña Chichi se quedan bajo el cuidado de una tía y ella, doña Chichi, los atiende los fines de semana cuando va a su casa, para que sus hijas “descansen un poco”, pues ella, doña Chchi tiene «fuerza» sin derecho a no tener como madre soltera que ha sido (por eso es que dicen que madre solo hay una, si no sos esclava de tus hijos, sos del marido, o de tu madre, o de tu casa y tu trabajo, y a veces, como doña Margarita, otra empleada doméstica que tuve, que es esclava de todos ellos juntos, pero que tiene minutos en su celular para llamarme solo para dejarle saludos a mis tres hijos: “A Marilu, a Ana Victoria y a Rol, a los tres me los saluda, oye? por favor”, me dice cuando me llama cada tres meses mas o menos.

      Ahora si CIERRO el paréntesis de doña Chichi y a esto que escribo le llamaré así:

      LA NIÑA: PARECE CUENTO, ES REALIDAD

      La ruta de la esclavitud de estas mujeres (empleadas domésticas, no se ha profesionalizado esta digna profesión), llámense Chichi, llámense Margaritas o llámese Julia, , es la misma en todas. No hay demanda para el trabajo doméstico en las comunidades rurales del fin del mundo en Nicaragua. Las mujeres más jóvenes, se juntan temprano con los hombres que salen a faginear (jornalear) al campo. El hombre regresa cansado, con todo el derecho de acostarse en una hamaca después que ella le sirve la comida y sigue como hormiga trabajando y ya en la noche, sin ganas, se prepara en silencio para cumplir con su obligación: hacerle los favores al marido (el sexo). Ella vuelve al día siguiente a levantarse antes de las cuatro de la mañana: ha encender el fogón, ha preparar el café y la comida al marido, ha lavar, ha planchar, ha limpiar, ha cocinar, ha sacar 10 baldes de agua del pozo, ha darle de comer a las gallinas, al cerdo, las sobras al perro y rajar la leña para el fogón del día siguiente. El hombre vuelve del campo al mediodía y regresa cansado, con todo el “derecho de acostarse” en una hamaca después que ella le sirve la comida. Ella sigue como hormiga trabajando y ya en la noche, sin ganas, se prepara en silencio para cumplir con su obligación. los favores al marido y asi pasan los meses y años.
      ..
      Al final de la quincena, el hombre le entrega el 20% de su miserable salario de jornalero, porque el resto va para la parrando “bien merecida”. Ella siempre se queda en su casa, encendiendo el fogón, poniendo el café, preparándole la comida al marido, lavando y planchando la ropa, limpiando, cocinando, sacando 10 baldes de agua del pozo, dándole de comer a las gallinas y al chancho, las sobras al perro y a rajando la leña para el fogón del día siguiente. Al final de la quincena, el hombre le entrega el 20% de su miserable salario de jornalero, porque el resto va para la parrando “bien merecida”. Mientras ella siempre se queda en su casa, lavando y planchando la ropa, limpiando, cocinando, sacando 10 baldes de agua del pozo, dándole de comer a las gallinas y al chancho, las sobras al perro y a veces rajando la leña para el fogón del día siguiente. El hombre vuelve del campo y regresa cansado, con todo el #derecho de acostarse” en una hamaca después que ella le sirve la comida y sigue como hormiga trabajando y ya en la noche, sin ganas, se prepara en silencio para cumplir con su obligación: los favores al marido. Al final de la quincena, el hombre le entrega el 20% de su miserable salario de jornalero, porque el resto va para la parrando “bien merecida”
      .
      Pero un día, cuando ya ha parido unos cuatro o seis chavalos y ella ve que no alcanza la comida y que no tiene mas poderes mágicos, se engancha sin permiso de nadie a un trabajo temporal en alguna hacienda cercana: desgranar, aporrear, cosechar café, cortar las hojas de tabaco, sacar los tubérculos de la tierra, deshijar, limpiar las papas que surgen de la tierra enlodadas. Las manos de las mujeres, dicen los patrones, son las aptas para cortar, desgranar, deshijar, aporrear, escarbar la tierra y limpiar. Los hombres no son aptos para eso, los hombre son buenos para arar, sembrar, aporcar, abonar, fumigar, cargar las cosechas.

      Pero ella se ha ido sin permiso, se ha llevado algunos hijos al trabajo y ha dejado a los mas chiquitos bajo el cuido de la niña mayor de 9-11 años. La niña se pone a limpiar, a lavar, mira a los chiquitos, plancha, saca 10 baldes de agua del pozo, da de comer a las gallinas, mira a los mas chiquitos, da de comer al chancho, mira a los más chiquitos, las sobras se las tira al perro, mira a los mas chiquitos.

      El hombre regresa cansado, con todo el “derecho de acostarse” en una hamaca, pero la mujer no le sirve la comida. La niña deja a su hermano más chiquito en el suelo, le sirve la comida al hombre que es su papá y sigue como hormiga trabajando. El hombre se acuesta, se siente humillado por que la mujer no está en la casa y se ha ido sin su permiso a trabajar, se siente herido en su “hombría” y no le sirvió la comida. Piensa en la niña mayor y la ve que “es toda una señorita”.

      La mujer vuelve, cansada, se pone a trabajar como una hormiga, raja la leña para el fogón del día siguiente, atiende a los mas chiquitos y les da de comer a todos.
      El hombre está callado, piensa en su hombría herida, vuelve a pensar en la niña mayor y la ve lascivamente y se dice que “ ya es todo una señorita”. La mujer sigue como hormiga trabajando y ya en la noche, sin ganas, se prepara en silencio para cumplir con su obligación: los favores al marido. El hombre la trompea, es decir, le pega en la cara con los puños, ella grita, él hombre la viola, ella grita, el hombre la vuelve a violar. La niña ve y calla, llora en silencio, los demás la siguen.

      Vuelve al día siguiente la mujer a levantarse antes de las cuatro de la mañana: ha encender el fogón, ha preparar el café y la comida al marido que se va con su hombría en alto y con un sentimiento de triunfo y confianza en si mismo.

      Ella se ha ido de nuevo sin permiso y se ha vuelto a llevar algunos hijos al trabajo y ha dejado a los mas chiquitos bajo el cuido de la niña mayor. La niña se pone a limpiar, a lavar, mira a los mas chiquitos, plancha, saca 10 baldes de agua del pozo, da de comer a las gallinas, mira a los mas chiquitos, da de comer al chancho, mira a los mas chiquitos, las sobras se las tira al perro y mira a los mas chiquitos.

      El hombre regresa cansado, con todo el “derecho de acostarse” en una hamaca, pero nuevamente la mujer no le sirve la comida. La niña deja al más chiquitito en el suelo, le sirve la comida al hombre que es su papá y sigue como hormiga trabajando. El hombre se acuesta, se vuelve a sentir humillado por que la mujer no está y se ha ido sin su permiso a trabajar, se siente herido en su “hombría”, está furioso. Piensa en la niña mayor y vuelve a pensar detenidamente que “es toda una señorita”.

      La mujer vuelve, cansada, se pone a trabajar como una hormiga, raja la leña para el fogón del día siguiente, atiende a los más chiquitos y les da de comer a todos. El hombre está callado, piensa en su hombría herida, piensa en que está humillado de nuevo, se le sube la sangre a la cabeza, se pone iracundo, vuelve a pensar en la niña mayor y la ve lascivamente y vuelve a decirse que “ ya es todo una señorita”. La mujer sigue como hormiga trabajando y ya en la noche, sin ganas, se prepara en silencio para cumplir con su obligación: los favores al marido. El hombre la trompea, es decir, le da puñetazos en la cara, ella grita, él la viola, ella grita, él la vuelve a violar, la niña ve y calla, llora en silencio, toma un leño del fuego, lo tira al padre, los niños despiertan, el hombre los golpea a todos, el hogar es un infierno, sienten rojo al cielo.

      Ella vuelve al día siguiente a levantarse antes de la cuatro de la madrugada con la cara morada, todos los niños tienen inflamado algo: un ojo, la boca, una ceja, el antebrazo. La niña mayor está callada, no llora, no llora ninguno, solo están quieto quieren ser sombra, quieren ser invisibles. La mujer enciende el fogón, pone el café, le prepara la comida al marido, le prepara la comida a los demás. El hombre se va en silencio, se siente pencón, con alta confianza en sí mismo. La niña no quiere que su madre vuelva al trabajo, pero toma a los más chiquitos y se pone a sacar 10 baldes de agua. Su madre se ha ido de nuevo sin permiso y se ha vuelto a llevar algunos hijos al trabajo y ha dejado a los mas chiquitos bajo su cuido. La niña se pone a limpiar, a lavar, mira a los más chiquitos, plancha, da de comer a las gallinas, mira a los mas chiquitos, da de comer al chancho, mira a los mas chiquitos, las sobras se las tira al perro y mira a los mas chiquitos.

      Esta vez no llegó el hombre a la hora de siempre. Es dia de pago y de parranda bien merecida. La mujer si llega mas temprano y alegre y se gasta todo su salario en la comida y para ella no se deja siquiera para un chicle. Esa tarde la mujer descansa, no hay nadie más que sus hijos y hay comida para todos, hasta el perro parece que ríe y el chancho juega con las gallinas. Piensa que la vida es así, así como la siente en ese momento, sin llanto, extrañamente en paz, con comida para todos. Piensa en sus hijos, que calzaran algún día zapatos y que irán a la escuela, porque sabe que si no van a la escuela, no serán “nadie” como “nadie” es ella según ella.

      Pero hoy, con las compras hecha con su dinero, se siente “alguien”, un “poquito alguien” y se alegra que esa noche no se preparará para cumplir con su obligación: los favores al marido.

      Y todos se quedan dormidos, todos contentos, todos libres, seguros, sin miedo. Pero se escucha un ruido que los despierta, la puerta se derriba de un golpe seco, las gallinas se alborotan el perro ladra con timidez. Todos tiemblan, se abrazan, cierran los ojos, se ponen a rezar.

      El hombre, tambaleándose se tira encima de la mujer, la intenta violar, no puedo y cae tumbado al suelo, duerme en el suelo de tierra, profundamente. La mujer, por primera vez desea su muerte.

      La mujer se levanta antes de las cuatro de la mañana, no enciende el fogón, ni prepara el café, ni la comida. Los despierta a todos, hace unos líos de ropa, mete los granos en un saco de bramante y sale con los niños sin abrigo y sin zapatos. El perro los sigue y la niña va detrás del perro cargando dos gallinas y jalando al chancho con un mecate que hace mas ruido que los ronquidos del hombre que sigue tumbado en el suelo.

      Caminan na hora y se meten en la casa de la abuela, que es la mamá de la mujer. La abuela de 70 años, solitaria y casi ciega, está rodeada de gallinas y palitos de frutas. Vive en la comarca el Cebollal, ha instalado un puesto improvisado a la orilla de la puerta de su rancho en que vende aguacates, manguitos criollos y jocotes. La abuela de vez en cuando hace tortillas y con cuajadas las vende a los pasajeros de los buses que pasan por la comunidad, cada cinco horas.

      A día siguiente la mujer se levanta antes de las cuatro de la madrugada, ha encender el fogón, ha poner el café, ha prepararle la comida a los hijos. Ella vuelve de nuevo sin permiso de nadie a faginear, y lleva algunos hijos al trabajo y también se lleva a la niña mayor que parece ya una señorita. Ha dejado a los mas chiquitos bajo el cuido de la abuela. La abuela se pone a limpiar, a lavar, mira a los mas chiquitos, plancha, saca 10 baldes de agua del pozo, da de comer a las gallinas, mira su puesto de fruta, mira a los más chiquitos, da de comer al chancho, mira su puesto de fruta, mira a los más chiquitos, las sobras se las tira al perro y mira a los mas chiquitos y mira su puesto de fruta.

      En la hacienda más cercana, la mujer y la niña mayor 11-12 años, desgranan, aporrean, escarban tubérculos de la tierra, deshijan, corta cucurbitáceas frescas de las enramadas, limpian las papas que surgen de la tierra enlodadas. El patrón dice: las manos de las mujeres, son las aptas para cortar, desgranar, deshijar, aporrear, escarbar la tierra y limpiar. Los hombres no son aptos para eso, los hombre son buenos para arar, sembrar, aporcar, abonar, fumigar, cargar la cosecha.

      La mujer y la niña, vuelven cansadas, se ponen a trabajar como unas hormigas, rajan la leña para el fogón del día siguiente, atienden a los más chiquitos y les dan de comer a todos y a la abuela. Pero siguen como hormigas trabajando y ya en la noche, la mujer, no se prepara para cumplir con su obligación: los favores al marido.

      A día siguiente la mujer se levantó como siempre, antes de las cuatro de la madrugada, ha encender el fogón, ha poner el café, ha prepararle la comida a los hijos. La mujer de nuevo sin permiso de nadie se fue a faginear, y volvió a llevar algunos hijos al trabajo y también a la niña mayor que parece ya una señorita. Ha dejado a los más chiquitos bajo el cuido de la abuela. La abuela se pone a limpiar, a lavar, mira a los mas chiquitos, plancha, saca 10 baldes de agua del pozo, da comer a las gallinas, mira su puesto de fruta, mira a los más chiquitos, da de comer al chancho, mira su puesto de fruta, mira a los mas chiquitos, las sobras se las tira al perro y mira a los más chiquitos y mira su puesto de fruta.

      En la hacienda más cercana, la mujer y la niña mayor 12-13 años, desgranan, aporrean, escarban tubérculos de la tierra, deshijan, cortan cucurbitáceas frescas de las enramadas, limpian las papas que surgen de la tierra enlodadas. El patrón dice: Esta niña es ya casi una señorita, la mujer tembló y la niña huye por el monte y los hombres del patrón la encuentran llorado y el patrón dice: las manos de las mujeres, son las aptas para cortar, desgranar, deshijar, aporrear, escarbar la tierra y limpiar. Los hombres no son aptos para eso, los hombre son buenos para arar, sembrar, aporcar, abonar, fumigar, cargar la cosecha. Esta niña es ya una señorita.

      Cuando la niña dio a luz al primer hijo del patrón, lo dejó al cuidado de su madre. La niña sigue desgranando, aporreando, escarbando tubérculos de la tierra, deshijando, cortando cucurbitáceas frescas de las enramadas, limpiando las papas que surgen de la tierra enlodadas. Pero un día, cuando ya ha parido unos tres chavalos y ve que no alcanza la comida y que sus hermanos no calzan zapatos y no van a la escuela, hace un lío de ropa antes de las cuatro de la madrugada y sin pedirle permiso a nadie, toma el bus para Managua.

      Se emplea de doméstica y cada quince días regresa a la comunidad del Cebollal a ver a sus hijos y hermanos y les entrega a su madre y a su abuela en salario enterito y no se deja para ella ni siquiera para un chicle.

      La niña se levanta un poco antes de las seis de la mañana: ha encender la cocina y poner la percoladora, ha preparar el desayuno para los hijos de la patroncita que le ha regalo un radio, la ha uniformado de celeste y le ha metido una TV diminuta en su cuarto que es como una caja de zapatos.

      Después de darle de desayunar al marido de la patroncita y que los niños se los han llevado a la escuela, la niña se pone ha lavar, luego ha planchar, luego ha limpiar, luego ha cocinar, luego ha llenar el tanque de agua potable. Le da de comer al perro y al gato, almuerza en su mesa, la patroncita almuerza en la suya. La niña lava lo platos, cuece garbanzos para el día siguiente.

      En la tarde, la niña riega el jardín y habla con su colega de al lado que también riega el jardín y es de la comunidad de Santa Lucia. La niña descansa un ratito con disimulo, hace una llamada por su celular hasta el Cebollal, prepara la cena, lava los platos, ve la novela y se acuesta cansada, con todo el derecho de acostarse, solo con la angustia de sus hijos en la boca del estómago.

      La niña, cada quince días regresa a la comunidad del Cebollal a ver a sus hijos y le entrega a su madre y a su abuela en salario enterito y no se deja para ella ni siquiera para un chicle.

      La niña se levanta un poco antes de las seis de la mañana: ha encender la cocina y poner la percoladora, ha preparar el desayuno para los hijos de la patroncita que le ha regalo un radio, la ha uniformado de celeste y le metió una TV diminuta en su cuarto que es como una caja de zapato. Después de darle de desayunar al marido de la patroncita y que los niños se los han llevado a la escuela, la niña se pone ha lavar, luego ha planchar, luego ha limpiar, luego ha cocinar, luego ha llenar el tanque de agua potable. Le da de comer al perro y al gato, almuerza en su mesa, la patroncita almuerza en la suya, lava lo platos, cuece garbanzos para el día siguiente.

      En la tarde riega el jardín y habla con su colega de al lado que también riega el jardín y es de la comunidad de Santa Lucia, descansa un ratito con disimulo, hace una llamada por su celular, prepara la cena, lava los platos, ve la novela y se acuesta cansada, con todo el derecho de acostarse, solo con la angustia de sus hijos en la boca del estómago.

      La niña, cada quince días regresa a la comunidad del Cebollal a ver a sus hijos y le entrega a su madre y a su abuela el salario enterito y no se deja para ella ni siquiera para un chicle.

      Pero un día, la niña que ya cumple los veinte y seis, no vuelve a la casa de los patroncitos. Toma Tica Bus y se larga a San José, Costa Rica, a trabajar con otros patroncitos porque ganará el triple. Su salario enterito se lo manda cada quince días por Wester Unión a su madre y a su abuela y ella no se deja ni siquiera para un chicle. Los niños van a la escuelita del Cebollal, calzan zapatos, la abuela sigue viva con su puesto de fruta, La mujer, omejor dicho la madre cose ropa ajena con la máquina de coser que la niña le regaló en diciembre, cuando fue a ver a la familia desde San José hasta el Cebollal.

      En San José, la niña que tiene 30 años, se levanta un poco antes de las seis de la mañana: ha encender la cocina eléctrica y poner café en la cafetera también eléctrica, ha preparar el desayuno para los hijos de la patroncita que le ha regalo una TV de plasma, la ha uniformado color rosado y puesto un casquete blanco en la cabeza. También le metió un mini refrigerador en en su cuarto, mas grande que el de Managua, digamos, como caja de jabones y no de zapatos. Después de darle de desayunar al marido de la patroncita y que los niños se los han llevado en autobus a la escuela, la niña lava en la labadora eléctrica y seca la ropa en la secadora también eléctrica. Luego se pone ha lavar los platos en el lavaplatos eléctrico, después plancha con la plancha vertical a base de vapor, después limpia con la aspiradora, después vuelve a la cocina y en la paila eléctrica cuece pescado. La niña se divierte con eso que no se va la luz ni el agua casi nunca. La niña le da de comer al perro, que se llama Hunter y le da de comer al gato que se llama Obama y le da de comer a los periquitos celestes enjaulados que se llaman Beethoven y Pavaroti respectivamente..

      Mas tarde, cuando todos han almorzado, la niña come en su mesa, pero la patroncita almuerza en la suya. Luego lava los platos de nuevo en el lavaplatos eléctrico, cuece garbanzos con trozos de tocino para el día siguiente. En la tarde riega el jardín, corta flores tropicales y las mete en un florero de vidrio azul.
      También habla con su colega de al lado que también riega el jardín y es de Rivas, Nicaragua. Descansa un ratito sin disimulo, hace una llamada por su celular hasta el Cebollal, prepara la cena pero los patroncitos ordenan una pizza delibery por que se les antoja, entonces no lava los platos de la cena, solo saca la basura, ve la novela y se acuesta cansada, con todo el derecho de acostarse, solo con la angustia de sus hijos en la boca del estómago.

      La niña, cada quince días manda su salario enterito por Wester Unión a su madre y a su abuela, y no se deja para ella ni siquiera para un chicle.

      Nadine Lacayo Renner
      8 de Marzo 2014.

  2. …..y a parte todos llorando por el mísero salario que duele hasta lo más profundo del alma porque….. ellas reciben «lo justo» por su trabajo. Dios! que contradicciones de la vida, si le podemos llamar así.

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